I.- “En este país no trabaja el que no quiere”
Hay una cuestión que hace tiempo da vueltas por muchísimas cabezas. Es la idea de que en la Argentina hay una parte de la población que no quiere trabajar, y que para poder mantenerse reclama siempre más y mayores subsidios del Estado. Y por eso, el Estado tiene que cobrar impuestos más grandes a la “clase media”.
“En este país no trabaja el que no quiere”. Esta frase fue popular durante casi 50 años en la Argentina, y es que en esos 50 años, salvo periodos cortos, la desocupación no desbordó en el país. Pero esto no fue siempre así: hasta la llegada del peronismo en el ‘46 a nadie se le hubiera ocurrido pronunciarla, menos aún en las décadas del ’20 ó del ‘30. Pero luego de 1945 cambió del panorama ocupacional, y esa frase comenzó a popularizarse.
Las bases en que se apoyaba esa nueva situación eran varias, y una de ellas era la protección a la industria nacional. Para importar mercaderías del exterior se debían pagar impuestos aduaneros que encarecían los precios de los productos extranjeros. Eso daba ventaja a la industria nacional, manteniendo altos los niveles de empleo, y por ende un importante nivel de poder adquisitivo en el mercado interno.
Casi 50 años de un piso ocupacional aceptable arraigó la sensación, la idea y la creencia de que ese nivel ocupacional ya estaba consolidado. No pocos desocupados actuales, o sus padres, habrán pronunciado esa frase más de una vez. Tan arraigada estaba esa creencia.
II.- La actual situación.
Veamos el panorama actual: Clarín, Económico, 19-3-17, por D.F.Canedo: “En un ciclo organizado por el Instituto Argentino de la Empresa, en Pilar, el Secretario de Empleo, M. Ponte, desplegó la visión del Ministerio de Trabajo sobre la realidad laboral y la estructura ocupacional. “La economía popular llegó para quedarse”. Y esa realidad desde su visión, no puede ser dejada de lado. ¿Qué es la economía popular? Está compuesta por dirigentes que agrupan a cartoneros y recicladores, horticultores familiares, pescadores artesanales, textiles independientes y en cooperativas, motoqueros, manteros, ladrilleros, cooperativas de infraestructura, y cooperativas de servicios, entre otros. Esa es la base de una pirámide laboral que tiene en el centro a los trabajadores de empresas recuperadas, las cooperativas sociales, a cuentapropistas ocupados y en la cima a los asalariados privados y estatales, a los autónomos y a los empresarios.
Ponte presentó números sobre la “estructura ocupacional”. Hay 12 millones de personas entre empleo privado, público, doméstico, autónomo, monotributistas y monotributistas sociales. Y hay 11.700.000 personas entre desocupados, trabajadores no registrados, economía popular y los que denomino “potencialmente activos no activos”.
Un mundo laboral partido casi exactamente al medio entre los que están de un lado y otro de la formalidad del empleo. Este cuadro no surgió en un día y se enfrenta a un futuro desafiante como el que plantean las visiones referidas al trabajo en el marco de la Inteligencia Artificial.”
A juzgar por estas cifras oficiales, ese panorama de casi pleno empleo no existe más en la Argentina desde hace tiempo. Por ende, para juzgar y calificar las personas y las políticas, tendríamos que preguntarnos antes: ¿en el país, cuántas personas necesitadas de trabajar hay y cuántos puestos de trabajo existen?, ¿No corremos el peligro de estar juzgando sobre la base de condiciones pasadas ya hace tiempo, y hoy inexistentes?
III.- ¿Qué fue lo que ocurrió, por qué ese cambio y cuándo?
Hacia fines de los años ‘80 el capital financiero internacional y los grupos económicos locales y la oligarquía lanzan un golpe de mercado, la hiperinflación y con ella la desestabilización; eso fue un golpe al gobierno de Alfonsín, y sobre todo una advertencia al entrante gobierno de Menem. ¿De qué se trataba? De abrir la economía, de la llegada de la famosa “Globalización”, pero… ¿Qué significaba eso? En síntesis: poner el mercado interno, las riquezas naturales y las empresas del Estado, es decir, la Argentina toda, a disposición del capital internacional. Por un lado, el desarrollo tecnológico en los países centrales elevó a tal punto la productividad que necesitaban todos los mercados del mundo para colocar esas cantidades de mercancías. Por otro lado, la enorme acumulación de capital de los grupos financieros internacionales no encontraba ya suficientes lugares de inversión rentables. La apertura de la economía significó, entonces, que las empresas del Estado pasaran a manos primero del capital privado y luego del capital extranjero, que cerraran miles de empresas debido a la competencia extranjera, y que se endeudara al país para rendirle ganancias a ese capital especulativo. A los tres años del Gobierno de Menem ya la desocupación rondaba el 20 %. Ese fue el comienzo del crecimiento de la desocupación.
Por supuesto que esta crisis exigía la apertura de la economía a todos los países. Pero la apertura de los mercados para el ingreso de mercaderías del mundo desarrollado no era la solución definitiva para la economía de los países desarrollados. Era solo una medida más, que llegado un punto se agotaría como otras anteriores. La debacle vendría en la Argentina en diciembre del 2001 (como había llegado en el ‘95 para Méjico, “el tequilazo”, para el sudeste de Asia en el ‘97, etc.). Pero no tardaría en llegar, luego de su recorrido en extensión, de vuelta al lugar donde se originó: en 2008 la crisis retornaría al Primer Mundo, e inclusive a su cúspide: EE.UU.
Pero, ¿será así, o son ideas nuestras?, Veamos: Clarín, suplem. Económico, 2-2-14, pág.5, por Paul Krugman (Premio Nobel de Economía 2008): “¿Una nueva crisis en puerta? Se oye la tan temida palabra “contagio”, se trata de una historia conocida. Pero eso es lo que la hace tan inquietante: ¿por qué sigue habiendo esas crisis? Y lo peor: los intervalos entre crisis parecen estar acortándose, y las consecuencias de cada crisis parecen peores que las de la anterior. Pero el problema no es Turquía, Brasil, India, o quien sea que esté siendo golpeado ahora. El real problema es que las economías más ricas del mundo -EE.UU., la Eurozona, y actores más pequeños- no han logrado resolver sus debilidades subyacentes.”
En síntesis, con la llegada de la “globalización”, se terminó el ciclo de una situación del empleo, no ideal, pero sí por lo menos tolerable para la sociedad. La globalización vino empujada por el avance productivo en los países desarrollados, avance que siguió adelante y derivó en sobreproducción crónica (exceso de producción para la que no alcanzan los mercados para colocarla). ¿Y cómo siguió la cosa en nuestro país? Frente a una serie de medidas comerciales proteccionistas del gobierno de Cristina Kirchner, veamos la reacción de los países desarrollados: Clarín, 2-8-14, pág. 8: “La Organización Mundial de Comercio (OMC) intimó al gobierno por las trabas al comercio internacional. Tal como se esperaba, la OMC falló ayer contra la Argentina. Las conclusiones y recomendaciones se basan en las quejas presentadas por la Unión Europea, EE.UU. y Japón. Ayer tanto Washington como las autoridades europeas celebraron el fallo.” En recuadro aparte: “Europa celebró la decisión. El Comisionado de Comercio de la Unión Europea, Karel De Gucht, emitió un comunicado en el que celebró la decisión de la OMC que indicó que “determinadas condiciones que impuso la Argentina a las empresas que pretenden importar productos violan la ley de la OMC.” El representante de EE.UU. fue mucho más claro: “Dura respuesta de Washington. Esta es una gran victoria para los trabajadores industriales y agricultores, dijo ayer Michael Froman, el representante de EE.UU. ante la OMC. Las medidas proteccionistas de la Argentina impactan sobre un amplio segmento de las exportaciones de EE.UU., y potencialmente afectan miles de millones de dólares en exportaciones norteamericanas cada año que sostienen empleos de alta calidad para la clase media estadounidense, considero Froman”.
O sea, se perderían puestos de trabajo en Argentina para mantener los puestos de trabajo en EE.UU. Más claro imposible.
Veamos, tres años después: “elEconomista.es” de España, 13-7-17: “La Fed (Banco Central de EE.UU.) reconoce que la tecnología y la globalización están aniquilando a la clase media en los países desarrollados. Janet Yellen, la Presidenta de la Fed de EE.UU., reconoció ayer ante el Congreso de los EE.UU. que los salarios y los puestos de trabajo que requieren una calificación baja o media están disminuyendo, lo que presiona a la baja las rentas procedentes del trabajo e intensifica la desigualdad de ingresos. El cambio tecnológico ha eliminado puestos de trabajo y la globalización ha reforzado el impacto de la tecnología. Esta tendencia que preocupa a la Reserva Federal (Fed) de EE.UU. también está en la lista de problemas del Banco Central Europeo. En la Eurozona también está desapareciendo la clase media con unos efectos similares a los de EE.UU.”
Queda claro, ¿no?: Ahora “aniquila la clase media de los países desarrollados”, ¿es posible en estas condiciones fantasear con un “renacimiento” de esa clase media en la Argentina?
IV.- ¿Cómo siguió esta historia?
Luego de que el fenómeno llegara a ciertos niveles incompatibles con la gobernabilidad de la sociedad y se acentuaran los problemas derivados de él: violencia, inseguridad, droga, etc., ante lo insostenible de la situación, ¿Cómo se actuó frente al problema? Se comenzó a crear una cantidad de planes y subvenciones sociales, que fue en aumento a lo largo del tiempo.
Para el sustento de esos “planes” el Estado recaudaba del consumo popular y los ingresos del resto de los trabajadores y de la llamada “clase media”. Ante esto los grandes intereses locales y extranjeros, que fugaban y fugan sus ganancias al exterior y a los “Paraísos Fiscales”, evadiendo pagar los impuestos que les corresponden, aprovecharon para dividirnos; ¿cómo fue esto? Expandieron la idea de que la clase media y los trabajadores mejor pagos, pagaban impuestos para solventar los subsidios a los “vagos” que no querían trabajar. Así, los que habían creado el problema, quienes habían “tirado la piedra”, no solo escondían la mano, sino que además señalaban a otra mano, la de los afectados y victimas, como los autores de arrojar la piedra. Y con ese argumento lograron hasta ahora dividir al pueblo; gran parte de esa “clase media” y de los trabajadores mejor pagos cayeron en la trampa.
Porque resulta que esos subsidios estatales ponían en movimiento una porción importante de la economía; esos subsidios eran parte importante del poder adquisitivo del mercado interno, lo que hacía que una gran cantidad de puestos de trabajo, comercios, y servicios, etc. sobrevivieran, posibilitando así que los ingresos de la “clase media” y los trabajadores mejor pagos se mantuvieran. Así resultó que el gran capital con sus engaños y argucias lograba que los beneficiarios, directos e indirectos, de ese mayor movimiento económico atentaran contra la fuente de sus propios ingresos. Y en general siempre los ingresos de las clases medias dependen, directa o indirectamente, del consumo popular y de los sectores más humildes, y ese consumo depende del poder adquisitivo de esos sectores, eso está en la lógica del movimiento económico de este sistema. Veamos un ejemplo en lo que pasó en la última semana de abril: en el lapso de 7 a 10 días, por las maniobras especulativas con el dólar y los intereses del Banco Central, el país perdió (y se volaron) 5.000 millones de dólares. Esa cifra a $20 (y ya está a $24) son 100.000 millones de pesos: la cifra que le restaron (léase robaron) a los jubilados en este año. Y en manos de los jubilados eso se gastaba en el mercado interno: ahora se voló.
No es la primera vez que la clase media cae presa de los conjuros del gran capital, a pesar de que luego es una de sus víctimas preferidas, ya que el gran capital no viene por los ingresos de los desocupados y “los vagos que no quieren trabajar”, esos ingresos no significan nada para el gran capital. En cambio sí se le hace agua a la boca cuando piensa en los ingresos de esa “clase media” (recordar el “corralito” y el “corralón”).
Es más, la pifiada de esa clase media es más patente ya que si bien fue el gobierno de Cristina Kirchner el que agrandó esos subsidios e instauró la AUH (y por eso era y es repudiada por parte de la clase media), fue esa misma clase media la que votó masivamente a la diputada Carrió, y sin embargo Carrió protestó contra la ex presidenta reclamándole que le reconociera la autoría de ese idea. También el movimiento Frenapo (frente contra la pobreza) encabezado por la CTA de De Genaro, y que agrupaba a un amplio abanico de organizaciones y personalidades sociales, propuso subvenciones similares antes que el gobierno de los Kirchner existiera. Digamos que esos y otros subsidios pueden ser necesarios y hasta imprescindibles temporariamente, pero no pasan de ser paliativos para el problema, nunca pueden ser una solución; y si no se encara el ataque frontal a la causa de los problemas, antes o después, esos problemas retornan agravados.
Y, más aún, debido al crecimiento de la desocupación distintos subsidios están en debate en todo el mundo. Y hay países que hicieron pruebas piloto implantando ese “Ingreso Universal”, y ¿cómo les fue? La Nación, 25-4-18, pág. 6: “Ingreso Universal. El gobierno de Finlandia suspendió un experimento social que había puesto en marcha a fines del 2016 por sus altos costos, buscarán “otras formas” de bienestar.”
¿Quién va a poner los fondos para ese ingreso universal? Contestan: el Estado. ¿De dónde va a sacar la plata el Estado?: no tiene otro lugar que desde los impuestos que cobra. Pero las grandes fortunas evaden el pago de impuestos y fugan sus capitales a los “Paraísos Fiscales”. Por ende solo queda recaudar en los sectores populares. Pasa el tiempo y siguen descargando las crisis en los pobres, los trabajadores y las clases medias. Esto ratifica una vez más que lo que está agotado es el mismo sistema capitalista.
(Valen acá algunas palabras hacia “la clase media”: debería recurrir a su memoria, porque en general reconoce tarde las causas de sus problemas, cuando el daño ya es enorme. Y los trabajadores que se “sienten clase media”, que piensen y se pregunten ¿por qué el gran capital les da una mejor retribución?, y verán que no es porque sean mejores que los trabajadores precarizados, en negro o desocupados, ni tampoco porque sus patrones sean mejores que otros “negreros”, sino simplemente la causa es que no pueden aplastar a toda la clase trabajadora a la misma vez, dado que la fuerza de la clase trabajadora unificada por una explotación pareja con salarios de hambre, etc. los desbordaría y haría imposible el dominio social del gran capital. Ese temor, y no otra cosa, es lo que hace que unos trabajadores estén mejor remunerados que otros).
De no cambiar su actitud, una parte importante de la “clase media” argentina terminará siendo los mapuches de la actualidad. Y ese destino será inexorable pues solo podrá defenderse de las políticas del gran capital que la empobrecen aceleradamente, en alianza y hermanada con los obreros, los pobres y los humildes, y llenándose de asco hacia los banqueros, la oligarquía y los grandes empresarios. De lo contrario irremediablemente la empobrecerán y entonces se sentirá como un pobre más, y recién allí podrá encontrar su camino.
Lo que está pasando en estos días con el valor del dólar y la tasa de interés vuelve a mostrar, una vez más (y van….), el mismo resultado: si ya hace un tiempo el capitalismo zozobra en los países del Primer Mundo quiere decir que no hay “modelo” de capitalismo en la actualidad en la Argentina que pueda funcionar sin provocar crisis económica, social, política, etc. Es decir que se ha llegado a un límite que está más allá de que las dirigencias políticas, jurídicas e institucionales puedan superar ese problema, simplemente porque son las dirigencias institucionales DE ESE SISTEMA.
PARIENDO una NUEVA SOCIEDAD - MAYO 2018
