Hace más de 110 días que estamos en cuarentena y sin clases… la educación no es considerado un servicio esencial.
A las familias les cuesta muchísimo hacer la tarea, no le encuentran el sentido, y muchos también carecen de recursos. Los estudiantes están aburridos, les cuesta participar o sólo entregan “para cumplir”. Por su lado los docentes no saben cómo hacerlo, se sienten frustrados y cansados ante la falta de repuesta, llegando a extremos de compañeros y compañeras que se sienten desbordadas y en una situación límite. Para los directivos se trata de llenar planillas y de amalgamar con esta realidad la “bajada” de la inspección. Para los adolescentes que tienen acceso a la conectividad, quizás, es un espacio de encontrarse con sus compañeros y poder interactuar, aunque está claro, se ha perdido por completo la posibilidad de vincularnos como hasta entonces. El Estado sigue siendo un gran ausente; además de la falta de inversión en infraestructura –problemática que viene de lejos, y que ha provocado la explosión de una escuela de Moreno en el año 2018 donde murieron dos trabajadores, del cual recordamos tristemente el segundo aniversario por estos días– tampoco se llega a garantizar el acceso a internet, siendo la herramienta más importante para llevar adelante el contacto entre todos los actores de la educación. Esto no hace más que sacar a la luz la desigualdad que ya veníamos transitando antes de la pandemia. Muchas familias ya se cansaron de pelear… mientras tanto, actuamos como si las clases virtuales funcionaran… Pero ¿funciona?
Docentes y estudiantes sienten que el sistema educativo está “obsoleto”, “oxidado”, que “no dan más”, que vivimos una “situación límite”, de “crisis” donde “ya no hay lugar para lo educativo”. Nos proponemos pensar el rol de la escuela para reflexionar sobre cómo nos sentimos respecto a ella.
La educación para… ¿cambiar al mundo?
Desde chicos escuchamos que la educación mejora el mundo y elimina desigualdades. Pero luego nos encontramos con que los índices de desigualdad crecen en el mundo. La formación y los títulos (secundarios y hasta universitarios) no se constituyen en la garantía de mejores condiciones de vida y de empleo. Gran parte de la juventud se enfrenta a un mercado laboral cada vez más precario (sin contrato, vacaciones o jubilación). ¿De dónde provienen estas desigualdades que no se resuelven en el ámbito educativo?
En el documento abierto docente publicado en marzo del 2019 decíamos: “Una de las principales transformaciones que se nos presentan, no sólo en este país, sino también en los llamados países del ‘primer mundo’, está relacionado al aumento del desempleo, fundamentalmente entre los más jóvenes. Este fenómeno está directamente vinculado a la velocidad con la que los avances tecnológicos (automatización, robótica e inteligencia artificial) se utilizan, reemplazando y desplazando mano de obra, convirtiéndose esto en un problema estructural de nuestra sociedad.
Si bien este proceso de automatización se incorporó primero en las fábricas (con lo cual parecía quedar lejos de quienes no trabajan directamente en la producción), hoy en día estos avances llegaron al área de servicios y actividades intelectuales, afectando una cantidad grande de profesiones y tareas. Los chatbots en el comercio y servicios, las noticias “escritas” por robots, y las aplicaciones como Uber, Globo o Rappi, son solo algunos de los ejemplos que muestran la feroz competencia entre trabajadores frente a un mercado laboral cada vez más desregulado y acotado.”
Este escenario que describíamos el año pasado no sólo no mejoró, sino que se agravó a raíz del contexto de pandemia originado por el COVID-19. Las medidas de confinamiento adoptadas en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, justificadas desde el punto de vista sanitario, paralizaron grandes sectores de la producción y los servicios, repercutiendo en la pérdida de empleo. Veamos algunos datos de cómo está impactando esto en el mundo del trabajo…
EN ARGENTINA → “La OIT afirma que si efectivamente se confirma un retroceso del 2%, 180 mil personas perderían su empleo en Argentina este año, pero si la caída llega al 3.8% se destruirían 340 mil puestos de trabajo. Mujeres, trabajadores informales y monotributistas, entre otros, enfrentan mayores riesgos de perder su empleo y de sufrir el deterioro en la calidad de sus condiciones laborales. Al igual que en todo el mundo, la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 tendrá un fuerte impacto en el mercado de trabajo de Argentina. La cantidad y la calidad de los empleos se encuentran amenazadas, con consecuencia más significativas para los trabajadores que están en una situación de mayor vulnerabilidad”, sentenció. “En general se verán especialmente afectados por las consecuencias del Covid-19, ya que normalmente se desempeñan en ocupaciones incompatibles con el trabajo a distancia”, explicó la OIT. Agregó que los trabajadores informales no cuentan con mecanismos de protección que les brinden un ingreso mientras dura la cuarentena. Gran parte de la población ocupada en Argentina trabaja en pymes o por cuenta propia. En las unidades con menos de cinco empleados, 7 de cada 10 personas trabajan en la informalidad”, detalló. Página 12 – 06/04/2020, “El impacto del coronavirus en el trabajo”.
Además de la pérdida de empleo, las renovadas modalidades de “trabajo remoto” o “desde casa”, que aumentaron producto de la pandemia, no son posibles de ser implementadas en todos los rubros de la producción y los servicios: “Sólo un cuarto de la población ocupada podría realizar la modalidad remota. Es decir, de un total de 11 millones de trabajadores, sólo 3 millones podrían realizarse de esta forma (…) 8 millones de trabajadores, que representan el 40 por ciento de los ocupados, tienen nulo potencial de migrar al teletrabajo. Por la caída de los ingresos ante la imposibilidad del llamado home office, la pobreza podría aumentar 5 puntos. (..) el impacto de la cuarentena es asimétrico. (…) lo que implica un aumento de la desigualdad laboral.” Página 12 – 21/04/2020, “El teletrabajo es para pocos y privilegiados”.
Las desigualdades salen al sol con más fuerza que nunca en este contexto de confinamiento obligatorio, pero son condiciones que existían con anterioridad a la pandemia. Poco más de la mitad de la po blación activa en Argentina trabaja en la informalidad, lo cual les impide a muchas familias sostener largos meses sin ingresos, y muchos trabajadores y trabaja doras se ven obligados a salir igual para poder “parar la olla”.
Ellos también son padres y madres de los chicos y chicas que ahora deben seguir estudiando desde sus casas. Es decir que aunque el sistema educativo haya migrado hacia la virtualidad, la realidad es mucho más compleja. En el ámbito “privado” -donde los estudiantes son a su vez “clientes” de las instituciones- la situación no es menos compleja. La necesidad de continuar con el “servicio” tiene a docentes y alumnos con mucha sobrecarga, aunque quizás el tema de la conectividad no es un problema, el cansancio y hastío sin embargo no desaparecen. Y se suma otro problema, el tema económico. “Un informe elaborado por el Observatorio Gente en Movimiento advirtió que el 31 por ciento de las familias porteñas cuyos hijos son alumnos en colegios privados analiza cambiarlos al sistema público educativo… Las razones por las cuales se producirían estos cambios de consumo se deben a la crisis económica desatada tras la pandemia de coronavirus. Y de concretarse la totalidad o buena parte de estas tendencias, entrarían en riesgo de “desborde” los sistemas públicos de educación de la Ciudad porteña.” Página 12 - 22/07/2020, “El riesgo de desborde de la educación y la salud pública porteñas.” El problema acusa también a las instituciones mismas… “Los números son alarmantes. La falta de ingresos por la morosidad que provocó la pandemia asfixia a las instituciones educativas. La recaudación cayó hasta un 80% y se estima que un tercio de los colegios privados podría desaparecer en los próximos meses. Al menos 30 jardines maternales de distintos puntos del país ya cerraron sus puertas y no volverán a abrir. "Cada vez más desisten de pagar las cuotas, sobre todo, en los niveles socioeconómicos bajos, a causa del complejo contexto. En estos colegios, el panorama es realmente preocupante. Aunque la intención es asegurar la continuidad pedagógica, un tercio corre peligro de cierre y la situación es insostenible", detalla Rodolfo De Vincenzi, vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Institutos de Educación Privada.” El Cronista - 22/07/2020, “Colegios privados: mantendrán el valor de la cuota con el riesgo de que un tercio cierre.”
Ante este panorama queda claro que no podemos hablar de un “acceso universal a la educación”, ya que los recursos de conectividad, acompañamiento, las condiciones habitacionales y familiares para que estudiantes de todos los niveles sigan “cursando” por medios remotos está limitado a una porción de ellos. Para los demás, no hay una respuesta…
¿Qué significa esto? Que la pandemia no sólo puso de manifiesto el enorme deterioro de los sistemas de salud, educación, la precarización en las condiciones laborales y la extrema desigualdad económica en todo el mundo, sino que su aparición esta acelerando un proceso que ya estaba en marcha -y que no es causado por ningún virus-, el cual tiene sus causas más profundas en los problemas económicos y sociales estructurales, problemas que nos toca enfrentar en este momento histórico, tanto en nuestro país, como del mundo. Veamos algunos datos:
MUNDO → “El crecimiento exponencial de la concentración y polarización de la riqueza, con su contracara de un incremento también exponencial de la pobreza e indigencia, el desempleo, la precarización laboral, la caída de los salarios reales y el deterioro de los sistemas de salud pública, que se fueron agudizando en las últimas décadas, crearon las condiciones para que la Pandemia actuará como un inesperado y contundente detonador. Los datos de distintos organismos internacionales dan cuenta de la magnitud de la crisis a nivel mundial. El programa de Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD- indica en 2019 que el 80% de la población mundial -unos 6.500 millones de personas- solo contaba con el 4.5% de la riqueza, y de ellos 4500 millones se encontraba bajo condiciones de pobreza e indigencia. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que puede producirse un rápido incremento de la destrucción de empleo y superar largamente los 250 millones de desocupados, afectando con dureza a más de 2000 millones de trabajadores del sector informal sin cobertura de seguridad social. En grandes rasgos, entre 1974 y 2020, la pobreza creció desde el 6% a más del 40% de la población, del 90% de los trabajadores en blanco y con derechos sociales, se pasó al 48%, el resto está precarizado, en negro o desocupado; el desempleo creció desde el 3% al 12% y si se agregan los inactivos supera el 20%” - Pagina 12 06/05/2020 “El Green new deal para la pos-pandemia”
“Los jóvenes en el mundo se ven afectados “de manera desproporcionada” por el cataclismo económico provocado por la pandemia del nuevo coronavirus y uno de cada seis se encuentra sin empleo, alertó el miércoles la OIT. En 2019, la tasa de desempleo juvenil de 13.6% era ya más alta que la de cualquier otro grupo. Había alrededor de 267 millones de jóvenes, es decir uno de cada cinco, que ni trabajan ni estaban estudiando o formándose. La pandemia inflige un triple impacto sobre los jóvenes. No sólo destruye sus empleos, sino también su educación y formación, y coloca grandes obstáculos en el camino de quienes buscan entrar en el mundo del trabajo o cambiar empleo, estima el informe” – expansión.mx 27/05/2020 “La crisis del empleo”
¿Cuál debería ser el rol de las escuelas y ámbitos educativos?
En un mundo donde una enorme porción de la población mundial vive por debajo de la línea de la pobreza, y un puñado de personas acaparan la riqueza de la sociedad, el rol de la escuela no es un debate banal. Nos preguntamos… ¿Cuál es el rol de la escuela? En otro momento histórico la formación en conocimientos técnicos y culturales, valores y costumbres, eran imprescindibles para conformar un conjunto de trabajadores y trabajadoras con una calificación media, de manera que miles puedan incorporarse al mercado laboral según las exigencias del momento. En Argentina la universalización de la educación es una de las condiciones que han posicionado al país, en el siglo XX, como una de las “perlas” del continente, y es la razón por la que aún en situaciones difíciles producimos (como sociedad) profesionales que se destacan por su labor, desarrollo científico, técnico, de innovación, etc.
Pero el rol que antes cumplía la escuela de ser “formadora e igualadora” de mano de obra ya no es necesario, ya que un gran porcentaje de esa “mano de obra” que pasa por las aulas ya no tiene, ni va a tener (en estas condiciones), lugar en el mercado de trabajo. Es decir, la escuela “forma” trabajadores que no serán contratados por nadie, situación que obliga a llevar adelante una economía de subsistencia, aceptando trabajos totalmente precarizados, informales, en condiciones muy malas, con reducción de derechos, jornadas extendidas y salarios a la baja, fruto también de la presión que ejercen sobre éste (el salario) la cantidad de personas desocupadas “dispuestas a trabajar por lo poco que hay”. Como nuestra capacidad de trabajar es una mercancía más, también se ve sujeta a las leyes de oferta-demanda, y en este sistema, todo lo que abunda, baja su valor.
¿Esto quiere decir que no tenemos que ir más a la escuela, o que ésta tiene que desaparecer? De ninguna manera. Esto significa que tenemos que pensar qué hacer con el problema que enfrentamos. Pensarnos como actores de la misma, en el lugar que nos toque, es decir, pensar como sociedad qué rol necesitamos que cumpla la escuela en este momento histórico. La escuela (primaria, secundaria, universidad) no va a cambiar la sociedad, sino que es la sociedad la que debe cambiar a la escuela. Y este debate no se reduce, lógicamente, solo al momento de la pandemia, sino que lo abarca y lo trasciende, es decir que no concluye con ella.
Desde la vuelta de la democracia mucho se ha dicho sobre la importancia de la educación, palabras que se ha llevado el viento, siguen pasando los años y no hubo un verdadero cambio. Claro que reconocemos el esfuerzo de gobiernos, como los de la década pasada, donde creció enormemente el presupuesto destinado a educación y que han revertido algunos aspectos. Desde la creación de Universidades hasta las netbooks podríamos nombrar una gran cantidad de medidas. Pero no se ha puesto la discusión en lo estructural, en el para qué, en el rol y en la necesidad de los ámbitos educativos. Atacamos los síntomas y no las causas, y de esta manera no se pueden sostener dichas medidas, ni profundizarlas. Medidas, muchas de ellas, que al cambiar el signo político se borran de un plumazo y nos encontramos varios casilleros atrás una vez más. Como ya dijimos en el último documento, lo que nos viene de arriba sin que lo peleemos, nos lo quitan sin que lo defendamos. ¿Cuántas familias, docentes y directivos se manifestaron cuando se dejaron de entregar las netbooks a nuestros chicos, tan necesarias en esta coyuntura? Las medidas habrá que acompañarlas con debate e información que circule desde abajo, que se expanda con la facilidad con que se expande un virus.
Los interrogantes son muchos: ¿Qué tipo de “sujetos” se deben “formar” en las escuelas? ¿Debemos poner en discusión los contenidos? ¿Alcanza con conocimientos estancos y aislados, o necesitamos crear sujetos que se formen en el pensamiento crítico, que se piensen con cabeza propia y a partir de una visión global del mundo en el que viven? ¿Tenemos herramientas para entender el mundo que vivimos, sus complejos problemas y la velocidad de su deterioro?
Desde nuestra organización creemos que éstos y otros interrogantes deben estar presentes en todos los ámbitos, no solo en las escuelas, sino también en las casas de los trabajadores y trabajadoras y en todas las instituciones. La escuela aún sigue teniendo un valor importante, sigue siendo un lugar de encuentro, de vínculos y de pertenencia. Un espacio que también se ha convertido en una trinchera de lucha de las y los trabajadores contra el embate de las políticas privatizadoras y de las actitudes individualistas, de las ideas sobre “la meritocracia” que se nos pretenden imponer. La resistencia sola no alcanza. Tenemos que pensar una salida positiva a la situación que vivimos, y ésta solo puede ser fruto de la acción y el pensamiento colectivo.
Debate, reflexión, mas debate y más reflexión, toma de conciencia colectiva, involucramiento en los problemas comunes… dejar lo mío y poner lo colectivo por encima. Ese, y no otro, es el camino que tenemos que transitar para lograr que la sociedad cambie, y con ella cambiara sin dudas la educación, como también todos los aspectos de la vida social que deban ser cambiados.
¡Animémonos a transitarlo!
AGOSTO 2020
