Desde Argentina y Brasil, que junto con Venezuela, son el eje de la Unasur, se está intentando llevar adelante un proceso de industrialización que permita un desarrollo económico autónomo, respecto de los centros de poder mundial (EE.UU., Unión Europea, Japón). A su vez, Brasil es parte de un entramado de intereses y relaciones más amplio, el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un grupo de países con un desarrollo económico muy importante que representan, a nivel económico y demográfico, una cuota muy importante de poder. Por lo tanto estamos hablando de una posible potencia económica y política en ascenso (Brasil) y su principal socio en el continente (Argentina), ambos países con un alto nivel de crecimiento y un importante proceso de inclusión social. Sin embargo el agravamiento de la crisis económica mundial y el propio proceso de desarrollo económico de las grandes potencias económicas, está complicando los planes de desarrollo industrial de todos los países emergentes y aún el de las grandes potencias. Así las cosas, el visible deterioro económico de los países centrales los está conduciendo a una recesión económica, mientras que nuestros países de América Latina tienen una mejor situación gracias a los, por ahora, altos precios de los alimentos, que constituyen su principal exportación. El problema se presenta entonces en la actividad industrial, tanto a nivel mundial, como a nivel sudamericano y nacional; El Economista, 28/08/11, Fausto Spotorno, El desafío que enfrentan los sectores industriales a nivel global: “La industria a nivel mundial, regional y local enfrentará un escenario mucho más desafiante debido al aumento de precios de las materias primas, al menor crecimiento mundial y a una mayor competencia global para colocar estos productos”. Mayor competencia Global ¿Por qué pasa esto? Porque la industria global comienza a mostrar un “reacomodamiento” y una “sobreoferta” de productos. Veamos de qué se trata esto… Hasta el estallido de la crisis en 2008, casi todos los países tenían superávits comerciales (es decir que vendían más de lo que compraban), y esto se debió a los déficits comerciales de EE.UU. y algunos países europeos, cuyas compras superan por mucho sus ventas (compran mucho más de lo que venden). En EE.UU. había hasta entonces un muy bajo nivel de ahorro y un endeudamiento creciente, por lo cual, las empresas sólo crecían en base a los préstamos que pedían para realizar inversiones. Tras el estallido de la crisis, comienza una nueva etapa para la economía estadounidense, caracterizada por la necesidad de ahorrar de las empresas para pagar las deudas y, consecuentemente, de exportar más e importar menos para que ingresen más dólares al país o por lo menos que no salgan tantos. Así pues, “(…) durante el primer semestre las exportaciones estadounidenses de productos industriales crecieron un 18% anual. Cifras similares surgen de las ventas de la eurozona” (El Economista, 28/08/11, Fausto Spotorno, El desafío que enfrentan los sectores industriales a nivel global). O sea, EE.UU. y Europa producen y venden cada vez más productos industriales…y los tienen que vender a los mismos clientes que les vendemos nosotros… Por caso tenemos el discurso del presidente de EE.UU., Obama, en el que reconoce el problema de la desocupación causada por el avance tecnológico y la competencia, al analizar la situación de su país, y prevé revertir la situación comprando menos al mundo y vendiéndole más, lo que agravaría la situación que atraviesa Latinoamérica en su intento de industrializarse: “(…): ‘Pocos aspectos de nuestro país se han visto tan afectados como el sector industrial, no sólo en los últimos años, sino en las últimas décadas. En todo el siglo XX la producción industrial abrió las puertas de una vida mejor para varias generaciones de trabajadores’. Pero continuó: ‘Las empresas aprendieron a hacer más con menos y enviaban empleos al exterior… y en la última década la fuerza laboral se redujo un 33% y millones de esmerados y capaces estadounidenses se vieron obligados a dejar de trabajar… Desde hace mucho tiempo compramos demasiado del resto del mundo, cuando deberíamos estar vendiendo más al resto del mundo’” en Miguel Peirano, La Nación, El camino del país es la industrialización. EE.UU. podrá fabricar más mercancías y venderlas, pero sólo lo podrá hacer a costa de la destrucción de empleos en otros países, porque como el mismo Obama reconoce: ahora se produce más con menos trabajadores, es decir se produce más pero para menos consumidores, ya que el desocupado no consume en las mismas cantidades que un ocupado. A su vez, entre la caída de las ventas provocada por la crisis y el aumento de las exportaciones de productos industriales de los países centrales (E.UU. y Europa), China, los países del sureste asiático, etc., encuentran que el mercado se achicó (hay menos clientes), a tal punto que la industria china sólo creció entre junio de 2010 y junio de 2011, un escaso 1,1%. La agudización de la crisis y competencia están provocando una desaceleración del crecimiento industrial chino. (Datos en Fausto Spotorno, Desafío…). Por la crisis, China “(…) está perdiendo mercados en el Norte mundial. La perspectiva de menor actividad económica tumbó los precios de commodities centrales como la soja que cayó a 412 u$, el precio más bajo en 13 meses. No es la única pero tampoco la menos importante de las razones que explican el abrupto escape a la austeridad y al ajuste que dio el gobierno argentino o que brindan cuerpo a las políticas de moderación en Brasil” (en Marcelo Cantelmi, Clarín 26/11/11, Crisis global: más difícil con esta acefalía de liderazgos). Esta situación no sólo implica la necesidad de China de inundar con sus productos nuestros mercados sino que en nuestros países van a ingresar menos dólares por exportaciones ante la caída de precios de los productos primarios como la soja. Esta situación, por lo que vemos, empuja a China y al resto de los países industrializados o que están desarrollando su industria a enfrentarse en una feroz competencia para ver quién es el que definitivamente se queda con un mercado cada vez más chico. Todos quieren producir y vender más cantidad, pero hay cada vez menos clientes y la venta por lo tanto se hace más difícil. La crisis del norte golpea en el sur ¿Cómo pega esta situación en Brasil, por ejemplo, nuestro principal socio económico? La debilidad del dólar (pérdida del valor del dólar que fue provocada por la crisis pero también utilizada por los empresarios yanquis para poder abaratar su producción y así poder venderla), provoca el aumento del valor de la moneda brasileña, el real, haciendo que sea cada vez más conveniente comprar productos importados que fabricarlos en Brasil. Se está intentando destruir el proceso de desarrollo industrial brasileño, motor del Mercosur y la Unasur. Sobra industria en el mundo y se va a intentar mediante la competencia destruir a la más débil. Es que intentar un desarrollo de la industria nacional tras años de progreso científico y técnico de los países más avanzados, como Japón, EE.UU., Alemania, es un desafío extremo, ya que son dichos países quienes tienen y elaboran todos los grandes adelantos científicos aplicados a la producción y nosotros siempre vamos corriendo detrás (no olvidemos que durante años ni siquiera se intentó el avance científico en la Argentina: con Menem, el ministro de economía Cavallo ¡mandó públicamente a lavar los platos a los científicos!). Pero la cosa se agrava más por el hecho de que todo ese avance tecnológico puesto al servicio de la producción permitió que el mundo entero esté inundado de mercaderías de todo tipo, ¡entonces tenemos que competir contra una tecnología más avanzada y países que tienen excedentes de mercaderías sin poder vender y a un costo menor que las nuestras!!!! Complicado, no…? Veamos el problema más de cerca. Al analizar el comercio exterior de Brasil y Argentina, encontramos que ambos países tienen importantes saldos comerciales favorables (Brasil: 16.000 millones de US$ y Argentina 12.000 millones de US$ en la primera mitad del año), sin embargo, al analizar más profundamente el tema nos encontramos con que si excluimos la exportación de la producción primaria, (productos como la soja, los cereales, la carne, etc.), ambos países tendrían gravísimos déficits: “El resultado del comercio exterior brasileño muestra que el superávit se vincula mayormente a las exportaciones de bienes primarios. De hecho, en los primeros siete meses del año, el saldo comercial brasileño fue de U$S 16.126 M. Sin embargo, al excluir las exportaciones de bienes primarios, el déficit comercial se habría ubicado en U$S 50.727 M. Esto permite no sólo dar cuenta del peso relativo que tiene este rubro sobre el comercio exterior, sino que además refleja la exposición de la industria al comercio internacional. El ingreso de bienes de consumo, de capital y bienes intermedios crece a un ritmo significativo e implica un desafío para los productores brasileños, que deben competir con la mercadería importada. El comercio exterior argentino muestra el mismo esquema. Si se toman los últimos 12 meses, el sector industrial muestra un déficit comercial anual de casi U$S 33.000 millones y todo el superávit del comercio exterior está sostenido por el sector agropecuario. Afortunadamente, la producción industrial de la Argentina aún mantiene un vigoroso crecimiento del 6,3% interanual de acuerdo al IPI-OJF (Índice de Producción Industrial). Sin embargo, ya comienza a notarse una desaceleración en este rubro. En julio la producción industrial siquiera creció respecto de junio en términos desestacionalizados” (en El Economista, 28/08/11, Fausto Spotorno – El desafío que enfrentan los sectores industriales a nivel global). Brasil, 50.000 millones de US$ y Argentina casi 33.000 millones de US$. De déficit, es decir, que incluso Brasil, con todo su potencial y siendo la 9° economía del mundo (se calcula que quedó en el 6° lugar tras finalizar el 2011) no está pudiendo alcanzar el objetivo del desarrollo industrial autónomo. Los saldos favorables en ambos países son sostenidos por la producción agropecuaria. A diferencia de Brasil, Argentina tiene aún una tasa de crecimiento industrial muy alta, sostenida en el consumo interno y en las ventas al mismo Brasil (el 80% de la producción industrial que exportamos se vende en este país); sin embargo, la competencia cada vez más feroz y la guerra de monedas, que se traduce en el aumento del valor del real nos afecta casi tanto como a ellos mismos y nos puede terminar por hacer perder el mercado brasileño a manos de las empresas chinas, yanquis, etc., con lo cual perderíamos un mercado clave para los excedentes de nuestra producción industrial. Y después ¿a quiénes les venderíamos nuestra producción? Paolo Rocca, cabeza del Grupo Techint, máximo exponente del desarrollo industrial de la Argentina, tiene miedo de que el crecimiento se vea afectado por la inflación, la desaceleración y los problemas en deuda de Europa (Grecia, Irlanda Portugal e Italia, no pueden sostenerse sin una quita – rebaja – de la deuda que les permita pagarlas, En una situación apenas mejor está también España. Lo cual sería muy justo ya que en gran medida, sus deudas se fueron haciendo para poder comprar los productos industriales que fabrican Alemania y Francia) y la desaceleración de la economía china: Clarín, 18/11/11, La economía de Brasil se contrajo por primera vez desde 2009, “Un informe del Banco Central brasileño (…) revela que entre julio y septiembre últimos, la actividad decreció en un 0,32%. El achicamiento obedece a las medidas para restringir el consumo y bajar la inflación (…). El país ‘apretó’ su estrategia fiscal por medio de cortes presupuestarios y contención de gastos, (…). Lo cierto es que por el momento las perspectivas de la economía real son poco estimulantes. (…) las turbulencias del mundo ya se abaten sobre América del Sur”. Obviamente que razones para tener miedo a la situación no le faltan, En el primer semestre de 2011 el crecimiento de las exportaciones agropecuarias fue del 11,2%, mientras que el de las exportaciones industriales solo de un 0,3%... lo que evidencia cuán difícil es la venta de nuestra producción industrial en el exterior. El analista Spotorno considera que la clave estaría en invertir en más tecnología, alcanzar una mayor productividad, y ganar más mercados (para lo cual hay que tener precios competitivos y ello sólo se logra con una tecnología más avanzada. También, habría que agregar, con jornadas de trabajo de 12 hs. y menores salarios, (siempre y cuando la mayor parte de la producción se venda afuera del país. Si se vende dentro, es necesario que los salarios no sean muy bajos, de lo contrario la producción no tendría salida). Todo este problema de la competencia obliga a los gobiernos de la zona a unirse cada vez más y a tomar medidas para proteger su industria y consecuentemente las fuentes de trabajo. Hace poco tiempo Brasil tuvo que presentar un plan proteccionista (plan Brasil Mayor) para evitar que su industria sea barrida por las importaciones. Recortes de impuestos por un monto de 16.000 millones de US$, otorgamiento de préstamos subsidiados por el Estado para la industria y compra de productos industriales brasileños con un precio hasta 25% más alto que el de los productos importados, son las medidas más importantes que tomó la presidenta Roussef para proteger la industria brasileña, que se la supone la más fuerte de América Latina, pero vemos como igualmente depende de las políticas del Estado. Los empresarios se quejan que igualmente esas medidas no son lo suficientemente profundas y que no se eliminan los obstáculos históricos de la industria de ese país como sus altos costos, que justamente son provocados fundamentalmente por su menor desarrollo tecnológico (Datos en Wall Street Journal, 03/08/11, Con nuevo plan Brasil protege su industria). Es decir que el Estado brasileño va a recaudar miles de millones de dólares menos por recortes de impuestos y a su vez darle préstamos blandos a los empresarios y comprarles a precios mucho más altos que lo de los productos importados, y al mismo tiempo continuar con las políticas de inclusión y desarrollo social: más gastos con menor recaudación, y todo sostenido en las exportaciones de productos primarios como la soja…pero ¿qué pasaría si cae la exportación de esta producción o caen los precios de dichos productos? El papel de China en la Región y las diferencias de su crecimiento económico y el de América Latina Tanto para Brasil, como para Argentina, China implica el máximo riesgo porque como se advierte en un artículo del Wall Street Journal de EE.UU., (en Clarín, 07/08/11, China y América Latina: senderos que se bifurcan), “el crecimiento de China está cambiando los modelos de desarrollo de muchas economías [que pasan], de las manufacturas a las materias primas”, es decir que el aumento de la demanda de productos primarios proporciona grandes oportunidades y el aumento de los ingresos; pero por la estructura productiva y exportadora de la región esta tendencia al aumento constante de las exportaciones de productos primarios por los altos beneficios que produce plantea problemas estructurales a futuro, ya que se estimula la especialización en la producción y venta de alimentos y perjudica el desarrollo industrial (debido a las altas ganancias de la producción de alimentos, las inversiones en lugar de ir al desarrollo industrial se vuelcan en la producción agrícola: sembrar soja rinde más que fabricar televisores porque la fertilidad de la tierra y el clima permiten competir con ventaja frente a la producción de los países más industrializados, en cambio nuestras fábricas no tienen el desarrollo tecnológico de esas potencias económicas y por lo tanto el costo de su producción es mayor y las posibilidades de vender disminuyen). Toda esta situación, que lleva años, está provocando un proceso de desindustrialización de las exportaciones de los países latinoamericanos según los datos de la CEPAL, Clarín, China y América Latina: senderos que se bifurcan, del 07/08/11: “en la década del ’90 el crecimiento de las exportaciones de productos primarios fue del 2,6% y en la del 2000, aumentó el 11,4%, mientras el crecimiento de las ventas de manufacturas de tecnología media bajó del 16,3% al 4,7% y las de tecnología alta cayó del 35% al 3,8%, lo que muestra una desindustrialización de las exportaciones regionales”. Es decir que cada vez se exportan más alimentos y menos productos industriales de alta y mediana tecnología. Es que año a año cuesta más vender en el mercado mundial debido a una producción que excede a la demanda (se produce más de lo que se podría vender, ya que una gran parte de la humanidad está sumida en la pobreza y aunque necesiten los productos, esos que no se pueden vender, no tiene el dinero para comprarlos), además China gana más y más mercados gracias a su enorme productividad y excelentes precios y como ya se dijo, los precios de los alimentos suben y suben sin parar y se transforman de esta manera en mejor negocio que la producción industrial, que encima luego no se puede vender fácilmente. En Brasil, por ejemplo, la principal nación latinoamericana, “la balanza comercial industrial se está deteriorando desde el superávit registrado en el primer semestre de 2005”. Si tomamos en cuenta a la producción de acuerdo al nivel de tecnología utilizado, los productos de tecnología alta (aeronaves, automotores…) y los de tecnología media-baja, es decir, la producción industrial, presentan déficits (lo que quiere decir que se importan más productos industriales de los que se exportan). Sólo los productos de baja tecnología como, por ejemplo, los alimentos, registran superávit. Esto se ve más claramente si tenemos en cuenta las proporciones en las exportaciones brasileñas de productos industriales y primarios: “a mediados de 2001, los productos manufacturados eran el 62% de las exportaciones brasileñas y eran el 42% en octubre de 2010, los productos primarios, por el contrario, aumentaron su participación del 24% al 44%...”, es decir, que a pesar de los esfuerzos de los gobiernos de Lula por impulsar el desarrollo industrial, las exportaciones de productos primarios, como la soja, superaron en importancia a las ventas de productos industriales, y como dijimos antes, cada vez cuesta más incluso defender el mercado interno de la invasión de la producción industrial de China y las demás potencias industriales. Argentina y Brasil y su relación con el gigante asiático El comercio con China, como se dijo, plantea serios problemas al proyecto industrializador de nuestros países, por ejemplo, respecto del 2010, arrojó estos resultados: En relación con las importaciones “(…), Brasil compró y vendió a China por US$ 56.379 millones, contra US$ 13.858 millones de la Argentina. Pero al interior de esos números asoman problemas comunes. Uno, evidente, aparece en el avance de las importaciones. Por lo que nos toca, entre los primeros semestres del 2004 y 2011 pegaron un salto del 764%, nada más y nada menos. Inferior, aunque también notable, fue el que hubo en el caso brasileño: del 590% (…)”. Hay además, un componente cualitativo igualmente inquietante. El grueso de lo que envían Argentina y Brasil al país asiático son productos primarios, con limitado valor y trabajo agregados. A la inversa compran bienes manufacturados, con mucha tecnología e inversión incorporadas y todo estimulado, además, por la mano de obra barata” (Clarín, 16/08/11, Argentina y Brasil, sacudidos por la invasión de productos chinos). Por un lado, el 70% de lo que le vende la Argentina a China es soja o derivados de la soja y en cambio compra maquinarias, aparatos de telefonía, televisores, computadoras… Nuestras exportaciones al mercado chino, según las estadísticas del INDEC, en cambio, “(…) apenas subieron un 73% en los últimos siete años, 691 puntos menos que las importaciones”. Así la Argentina pasó de tener un superávit de 1.000 millones de US$ en 2004, a tener un déficit de casi 2.000 millones de US$. (Clarín, 16/08/11, Argentina y Brasil, sacudidos por la invasión de productos chinos). Esto es así porque sobre el potencial económico de China: “Juegan a su favor una notable diferencia de escala productiva, bienes de calidad internacional media y alta, bajos costos laborales, crédito abundante y un tipo de cambio competitivo”. Clarín, 16/08/11, Argentina y Brasil, sacudidos por la invasión de productos chinos. Por todo lo dicho: “Así sean ensayadas medidas proteccionistas y hasta resulten necesarias, ese déficit no desaparecerá en el comercio con esta región. Y, encima, sería acentuado por la retracción en E.UU. y Europa, los grandes destinos de la producción china. Dicho de otra manera, aquello que no pueda colocar allí, intentaría mandarlo para este lado”. “(…) subir el arancel externo (…) no erradicará las diferencias de escala y costos” Clarín, 16/08/11, Argentina y Brasil, sacudidos por la invasión de productos chinos. Un ejemplo: el caso del acero Un estudio del Instituto Latinoamericano del Fierro y el Acero afirma que a partir de 2004 se produce en Latinoamérica la caída de la participación de la industria manufacturera en el PBI de la región, y que dicha caída es más acelerada en Brasil, cuya participación en el PBI pasó del 19% al 15,5% entre ese año y 2010, mientras que “la participación de los productos primarios en las exportaciones brasileñas pasaron del 47% al 69%, una primarización más acelerada que el promedio de la experimentada en la región, donde la participación de primarias trepó del 41% al 53%” (iEco, Clarín, Brasil: los síntomas de la desindustrialización). El mayor grupo industrial nacional, el Grupo Techint, está ligado a distintas industrias siderúrgicas. Teniendo en cuenta este dato, veamos el caso del acero, Clarín, 28/08/11, El negocio del acero ya no es inoxidable, “Desde el 2000 las siderúrgica y al compas del crecimiento global se multiplicaron en varios continentes y generaron lo que hoy los expertos llaman sobreproducción. Según la Cámara Argentina del Acero la producción mundial pasó de unas 1.000 millones de toneladas en el año 2000 a casi 2.000 millones de toneladas de acero crudo en la actualidad. La demanda se estima en 1.365 millones de toneladas de acero terminado. Así las cosas, el exceso de capacidad se calcula en 400 millones de toneladas”. Es decir la competencia por vender acero será cada día más dura, muchas siderúrgicas van a quedar en el camino ya que obviamente sobran empresas, y sobrevivirán las que estén en mejores condiciones de competir, o sea las más tecnologizadas: Clarín, 28/08/11, El negocio del acero…: “los envíos de acero made in China hacia América Latina han crecido 13% en el primer trimestre de este año, y 58% en el segundo. (…). En el plano local Novegil apuesta a que el consumo de acero local crezca (…). Sin embargo una de sus competidoras, Acindar, que es parte del coloso indio Arcelor Mittal, ya comenzó a ajustarse el cinturón: recortó personal entre los mandos altos y medios y entre casi todos los contratados”. Por otro lado, si al mundo le sobran 400 millones de acero significa que fueron sustraídos cientos de millones de toneladas de hierro sin ninguna necesidad (y sin contar todos los cientos de millones de toneladas de materiales varios que se extraen junto al hierro). Y esta situación no sólo se da respecto a la industria del acero. Actuamos sobre el planeta como si él no lo sintiera, como si sus recursos fueran inagotables. En esta competencia enfermiza se destruyen pues, empresas, puestos de trabajo, familias, el tejido social y el planeta mismo. Crisis y desafíos para nuestra economía En el caso de Argentina las exportaciones de algunas manufacturas de origen industrial (por ejemplo automotores) creció al mismo ritmo que las de origen agropecuario (por ejemplo aceite de soja), sin embargo cada vez cuesta más vender nuestras manufacturas de origen industrial y en el balance comercial de este rubro se produce un déficit creciente (si bien se está mejor que Brasil, la tendencia marca que seguimos el mismo camino: más soja y menos industria con alto y mediano desarrollo tecnológico). El problema no termina ahí: China lanzó un programa para promover su industria de aceite de soja, que a futuro reemplazará al aceite de soja argentino y brasileño. Más allá de la relación con China, Clarín, 06/11/11, Argentina sólo consigue superávit con países chicos: “(…) el país tiene déficit con 24 mercados y logra un saldo favorable con otros 66. (…). Un trabajo realizado por la consultora DNI (…) detalla que el grueso del superávit se logra con países emergentes. Entre los primeros 7 meses con los que tiene déficit la Argentina, 6 se ubican entre las 10 principales economías del mundo. La excepción es España, (…). ‘En 2010 nuestro país tuvo un déficit de US$ 8.912 millones con el grupo de los 10 más grandes países del mundo’, consigna DNI. Esto equivale al 76% del rojo que el país acumula con 24 países. Por el contrario el superávit comercial se obtiene de (…) Chile, Venezuela, Uruguay, Perú y Colombia, que explican el 84% del superávit total argentino en el período. ‘Esto evidencia problemas de escala y de generación de valor’ ”. Para Jorge Castro, el crecimiento económico argentino y la superación de los problemas de gobernabilidad se deben a los ingresos de dólares que provee las exportaciones de nuestra producción primaria: “(…) al converger la producción agroalimentaria con la demanda china/asiática, se ha logrado cerrar la crisis del sector externo, que es la fuente estructural de la ingobernabilidad argentina. (…). Incluso el superávit comercial agroalimentario le permite financiar la más extraordinaria fuga de capitales desde la década del ‘70”. (En Clarín, 10/08/11 El campo es ya un factor clave en toda elección). Sobre los 98.000 millones de US$ que ingresaron al país por exportaciones de productos agroalimentarios, 65.000 millones de US$ se fugaron del país hacia los países desarrollados donde residen las casas matrices de las empresas extranjeras y los paraísos fiscales. Es decir que se intenta que financiemos la economía del primer mundo con nuestro esfuerzo, y si todavía siguen entrando dólares al país es por las exportaciones de productos primarios. El problema es que a medida que se profundice la crisis en Europa y EE.UU. y se desacelere la economía China, cada vez exportaremos menos y por lo tanto ingresarán menos dólares para financiar las políticas económicas y sociales del gobierno. Si el analista tiene razón, (y debemos prestarle atención mal que nos pese por ser un cuadro intelectual orgánico de la oligarquía criolla) ello implicará el retorno de la ingobernabilidad cuando los distintos sectores sociales luchen por la redistribución de una menor riqueza. Imposible que semejante crisis en un mundo tan interconectado no nos golpee. Conclusiones En definitiva, mientras en Latinoamérica la economía se primariza, es decir se vuelca gradualmente a la producción agrícola y minera, “China incrementa el componente tecnológico de sus ventas externas: en 1990, las exportaciones de productos de tecnología alta eran el 5% de las ventas chinas y en 2009 llegaron al 42%. Las materias primas siguieron el camino inverso: en 1990 eran el 23% y en 2009 se habían reducido al 5%”. (China y América Latina, senderos que se bifurcan -). En los últimos 30 años a pesar del crecimiento de Brasil y su consolidación como potencia regional, su peso en la economía mundial ha variado pero negativamente. Veamos (iEco, Clarín del 13/11/11 – Brasil: los síntomas de la desindustrialización): “El crecimiento de la participación del PBI en el total mundial se debe al aumento del PBI nominal en dólares, (…). Por el contrario, la participación de Brasil del PBI mundial medido por la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) está estancada desde hace décadas”. Según datos del FMI el PBI-PPA de Brasil era en 1980 de 3,6% del PBI mundial y en 2010 del 2,9%. En cambio “la participación de China en la misma estadística pasó del 2% en 1980, bien por debajo de Brasil, al 10% en 2010”. El crecimiento de la economía brasileña en la década del ’80 fue del 3%, en la de los ’90 al 1,6%, y en la década del 2001-2010 creció al 3,7%, por debajo de la media argentina y apenas por encima de la media latinoamericana. Si sumamos a estos datos que su crecimiento económico se debe “(…) más a productos primarios y sus manufacturas, y menos a las manufacturas industriales que catapultaron su crecimiento en décadas pasadas”, (en la década del ’60 Brasil creció a un 8% anual promedio, período en el cual se dio su mayor crecimiento económico y su mayor desarrollo industrial), podemos concluir en que las tendencias del crecimiento económico de América Latina y China estarían marcando que, mientras una consolida su economía industrial y su desarrollo tecnológico, la otra no puede resistir las presiones internas por desarrollar un modelo económico basado en la especialización en producción primaria y las externas que consisten en la inundación de su mercado de productos industriales importados a un mejor precio debido a un mayor desarrollo tecnológico y a menores costos de la mano de obra. (China y América Latina, senderos que se bifurcan -). Para el politólogo de la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, (Clarín, 22/12/11, Moyano, el instinto desafía al relato), el análisis de esta situación, específicamente en lo que respecta a Brasil y Argentina, lo lleva a sacar 2 conclusiones: “(…) la primera es que la industrialización depende más de la demanda mundial que de la ideología del gobierno; la segunda, que si el gigante adelgaza es difícil que el ladero engorde: el mundo no precisa una Argentina industrial”. ¿Pero qué significa que el mundo no necesita de una Argentina industrializada? El desarrollo tecnológico de las últimas décadas , en especial de los últimos años ha sido tal que hoy nos encontramos con la más grave crisis de sobreproducción de la historia del capitalismo: es decir la producción industrial excede la capacidad de consumo del mercado, (y la capacidad del planeta de reciclar los desechos industriales y soportar los cada vez más altos niveles de contaminación y destrucción de la naturaleza), en ese contexto, con EE.UU., China, India, Japón y Alemania pujando por colocar sus producciones industriales, elaboradas con mayor tecnología en unos casos y con mayor tecnología y menor costo laboral en otros, costos con que la Argentina no puede producir, y que de hacerlo se enfrentaría al problema de la venta de dicha producción. Todo esto sin contar que la clase dominante argentina aliada al gran capital financiero internacional no va a permitir un cambio de estructuras tan radical y perjudicial para sus intereses sin luchar con todas sus fuerzas. ¿Esto significa que la Argentina está condenada a la agroexportación? A que una gran parte del pueblo viva en la pobreza? No necesariamente, pero las condiciones de desarrollo del capitalismo en la actualidad impiden que se pueda dar un desarrollo industrial del tipo que pretendemos en nuestro país y en gran parte de América Latina, siguiendo las reglas y leyes del mercado, porque justamente, son ellas las principales trabas para conseguir dicho objetivo. Es necesario, pues, llevar adelante un proceso de desarrollo autónomo, no sólo de las grandes potencias y el gran capital mundial, sino también del gran capital nacional. Las burguesías nacionales de Latinoamérica no pueden lograrlo, sólo podrían los pueblos. Y ello nos lleva a resolver otra necesidad para alcanzar el desarrollo industrial con inclusión social deseado: una relación de fuerzas realmente favorable, una fuerza política sólida, para lo cual es necesario la toma de conciencia de las necesidades y problemas de nuestros proyectos de desarrollo, y por supuesto, crear una organización popular lo suficientemente preparada y poderosa para que pueda llevar adelante la lucha por dar a luz una sociedad igualitaria y justa. Para saber si estas conclusiones son o no correctas debemos leer, estudiar, analizar y profundizar acerca de estos y otros datos y debatir, debatir honesta y apasionadamente; ¿no sería necesario que la duda y la curiosidad, nos movilicen y nos saquen del estado de exitismo en que nos desenvolvemos por lo general cuando la situación nos es favorable, y nos permita crecer intelectualmente y acompañar el proceso como protagonistas, con ideas y alternativas claras ante los problemas propios del devenir histórico de esta época “bisagra” que, justamente por ello, consideramos clave? Si no lo hacemos, ¿no dejamos la iniciativa política a las fuerzas económico-sociales enemigas y sus organizaciones políticas representativas, y por ende ponemos únicamente en sus posibles errores u obstáculos a nuestras posibilidades, en lugar de ser nosotros quienes actuemos, yendo un paso adelante, de acuerdo a las posibilidades que la realidad nos brinda? Necesitamos marchar, lentamente si es necesario, pero con firmeza y decisión, hacia la construcción de nuevas relaciones sociales, y lo cual sólo es posible con otras relaciones de fuerza, y estas a su vez requieren de la formación política de cuadros y el desarrollo de la conciencia popular.
